Fiesta de la Chilenidad 2025. Testimonio de Doña Amada Sofía

Desde el inicio sentí que esta no era cualquier fiesta. Apenas entré al colegio, vi los colores, los trajes típicos, los niños nerviosos y sonrientes, los papás acomodando los últimos detalles en los stands, y supe que viviríamos una jornada inolvidable. Todo estaba ordenadito, con cariño, y con un clima de respeto que daba gusto.

Inauguración de Campeones

Y nada mejor que haber inaugurado la jornada con la presentación de nuestros campeones en la competencia comunal de cueca: Trinidad del Pino y Juan Pablo Sánchez. Su baile, hermoso y elegante por donde se le mire, ya nos auguraba la calidad y belleza de las presentaciones.    

El viaje por Latinoamérica

¡Qué maravilla! Los pequeñitos bailando el «Son de la Negra» de México, los del tercero con su festejo peruano, los del séptimo con la majestuosa Morenada. Y así fuimos recorriendo país por país, como si el patio del colegio se hubiera vuelto un mapa vivo de nuestra América. Cada presentación era un regalo, y yo no podía dejar de aplaudir con el alma.

La hora de Chile

Luego, cuando llegó el turno de celebrar lo nuestro, sentí un orgullo que me llenaba hasta las lágrimas. Las rondas infantiles, la fantasía mapuche, la cueca con esa picardía tan chilena, y la fuerza de la diablada y del caporal… todo nos recordaba quiénes somos y cuánto valor tienen nuestras tradiciones.

El adiós más lindo se baila.

Pero déjenme decirles algo, mis queridos: lo que más me conmovió fue ver a los muchachos de Cuarto Medio. Ellos, que ya están despidiéndose de su vida escolar, bailaron con un fuego en el corazón que nos hizo vibrar a todos. ¡Qué presentación más hermosa y llena de fuerza! Vi a más de algún papá y mamás con los ojos húmedos de la emoción —y no les voy a mentir, yo también lloré—  porque en cada paso de esos jóvenes estaba la historia de años compartidos, de sueños, de aprendizajes y de comunidad.

Fue como verlos decir «gracias» con el baile, y nosotros responderles con un aplauso que llevaba el alma entera.

Al final, mientras entonábamos juntos el himno institucional, sentí que esta fiesta no solo fue una muestra cultural. Fue un abrazo grande de unidad, de gratitud y de esperanza. Porque aquí, en este colegio, se celebran las raíces, se honra la historia y se mira al futuro con confianza.

Que Dios bendiga a cada estudiante, a sus familias, a los profesores y a todos quienes hicieron posible esta fiesta tan hermosa. Y que nunca se nos apague el espíritu alegre y fraterno que vivimos hoy.

Con cariño,
Doña Amada Sofía

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