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Valores Paulinos

Amada Sofia Garcia


Valor Paulino de Marzo

La fortaleza de espíritu es la capacidad que desarrollamos las personas para aguantar conscientemente todo tipo de adversidades, de levantarnos toda vez que caemos, de asumir y sobrellevar nuestras debilidades, y convertir esas debilidades en una oportunidad de mejora, de cambio, de superación. La persona fuerte puede estar triste algunos días, pero no siempre, pues mira el futuro con esperanza y confianza; también se puede cansar y agotar, pero aprende a superar esos cansancios.

Si usamos una imagen para entender la fortaleza, diremos que es semejante a aguantar bajo un chorro de agua gélida.

San Pablo fue un hombre de enorme fortaleza espiritual (interior). Por eso logró vivir experiencias de cárceles, azotes, naufragios…y hasta la misma muerte, sin jamás arrepentirse de su amor a Cristo y a los hermanos.

La persona fuerte es, además, conscientes de los peligros que le asechan, pero aún así corre el riesgo por alcanzar sus metas. Confía. San Pablo puso toda su confianza en Cristo, que se convirtió en el motor y centro de su fortaleza. Por eso escribió: «Todo lo puedo en Aquel (Cristo) que me conforta (que me fortalece)»: Filipenses 4, 13.


Valor Paulino de Abril

La empatía es la capacidad que tenemos las personas para ponernos en lugar de otro y comprender sus sentimientos y emociones, sus dolores, alegrías, preocupaciones y esperanzas. Tiene que ver también con aprender a escuchar de forma activa, sin prejuicios. De esta forma, cuando somos empáticos somos también solidarios, nos ayudamos unos a otros. La empatía está estrechamente relacionada con el altruismo (amor y preocupación por los demás) y con la disposición a ayudar.

San Pablo nos da ejemplo de empatía. Se desvivía por otros, y prefería sufrir él antes que sufriesen sus hermanos cristianos. En 1 Co 9,20 nos dice, por ejemplo, que se ha puesto en el lugar (es decir, ha sido empático) de los judíos, de los débiles, y en general de todos, para que también ellos puedan conocer a Cristo. Y en 2 Co 11,29 llega a decir que nadie sufre sin que él también sufra.

Aprendamos este valor del Apóstol, y en el mes de abril esforcémonos por ser más empáticos con todas las personas, dentro y fuera de la familia. Así nuestras relaciones interpersonales son más saludables, se enriquece la convivencia y somos en verdad felices.


Valor Paulino de Mayo

San Pablo es un Apóstol riguroso en el trabajo. Sabemos de los muchos viajes que realizó, las cartas que escribió y las comunidades que fundó. Todo eso lo hizo con rigor. Ser rigurosos significa hacer las cosas bien, con calidad y dedicación. Somos rigurosos cuando nos comprometemos con el trabajo, cuando nos proponemos altas metas y seguimos un plan que nos lleve a conseguir esas metas. Una persona rigurosa huye de la mediocridad. De esta manera servimos bien a nuestros semejantes y amigos.

Hoy en día es habitual encontrarnos con gente que hacen las cosas «a medias», solo por cumplir con el mínimo de los mínimos. En un contexto así, los discípulos de San Pablo debemos <>dar ejemplo de calidad en todo lo hacemos; sea poco o mucho, que en cada acción, y en todo momento, se note que <>amamos la excelencia.


Valor Paulino de Junio

AMOR

Para comprender bien la forma en que San Pablo comprende el amor, es necesario tener presente que en su tiempo y mundo (cultura grecorromana del siglo I) se distinguían al menos tres tipos de amor:

1.- Amor Eros: era el amor de la pareja, de los esposos, de los novios. Un amor caracterizado por la pasión, los sentimientos mutuos, las caricias. En otras palabras, es el amor romántico.
2.- Amor Philia (filia): es el amor de los amigos. También implica el amor al prójimo, el respeto al otro, la preocupación por él, la compasión.
3.- Amor Storge: es el amor en familia, que distingue el vínculo entre padres e hijos, o entre hermanos de la misma familia.

Para San Pablo existe un amor todavía más profundo y total que todos ellos: el amor ÁGAPE. ¿Qué tiene de distinto respecto de los demás?

1.- Con este amor se define lo que Dios siente por la Humanidad: imposible de comprender o medir.
2.- El amor ágape es perfecto, incondicional, sacrificial y puro. Es decir, a diferencia de los otros tipos de amor, el Amor Ágape no exige nada a cambio; es pura entrega; es el amor que nos mueve a sacrificarnos por los demás, a amarlos aunque no te amen.Quien ama con este amor total ama con un corazón semejante al de Jesús. A este amor se refiere San Pablo, y lo concreta y describe muy bien en la Primera Carta a los Corintios, capítulo 13:
3.- El amor (mejor dicho, quien ama con un amor ágape) es paciente, el amor es amable. No tiene envidia, no se jacta, no es orgulloso. No es grosero, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda ningún registro de los errores. El amor no se deleita en el mal, sino que se regocija con la verdad. Siempre protege, siempre confía, siempre espera, siempre persevera.

Para San Pablo, no existe un valor más grande que este amor. Podemos hacer muchas cosas importantes, podemos ser grandes y nobles personas, pero si no amamos con un amor ágape no seremos personas realmente valiosas y edificantes para los demás. Pablo nos invita a amar como Jesús: sin esperar nada a cambio.

GRATITUD

San Pablo es un hombre agradecido de Dios. Y razones le sobran. En su Carta a los Gálatas (1, 13-15) expone con total honestidad que Dios tuvo compasión de él al llamarlo a ser Apóstol, pues antes de eso estaba ciego y, así, perseguía a los cristianos creyendo hacer la voluntad de Dios. Pero el Señor lo llamó desde antes de su nacimiento, desde el seno materno. Y de ahí en adelante tiene claro que todo es gracia, es decir, que nada tenemos que no hayamos recibido (1 Co 4,7). Y esto a tal punto, que San Pablo considera que su vida y obra no tienen mayor importancia si se las compara con el valor de haber conocido a Cristo (Flp 3,8).

Pero, además de esto, San Pablo agradece continuamente a Dios por los buenos frutos que descubre en las comunidades cristianas: por el testimonio de los creyentes (Col 1,4), por el amor que se tienen unos a otros (Col 4,4), porque nos regala el don de la vida eterna (Col 1,12). Y, así mismo, nos anima a ser agradecidos. En la Primera Carta a los Tesalonicenses (5,18) nos dice: «Den gracias por todo, porque eso es lo que Dios quiere de ustedes en Cristo Jesús…». Para quien cree en Dios, la vida está siempre en sus manos. De hecho —escribe San Pablo—, «sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, a los cuales él ha llamado de acuerdo con su propósito» (Rom 8,28). Por eso, nada mejor que ser agradecidos del Dios que nos ha llamado a la vida y nos sostiene cada día.

Solo las personas nobles son agradecidas, pues reconocen que los beneficios recibidos son obra de Dios y de los demás, que nada nos hace merecedores de los muchos y grandes regalos que llegan hasta nosotros. Por eso, en ellas no hay orgullo, sino solo gratitud y el sentimiento de estar en deuda con todos.

Cuando la gratitud es sincera se nota, pues va acompañada de humildad y sencillez.

En estos tiempos, donde suele redundar la vanagloria y el deseo de reconocimientos, bien vale la pena acoger la invitación de San Pablo a ser agradecidos con Dios, con la vida y con los hermanos. Al final de cuentas, a todos nos viene bien una verdadera cuota de nobleza.

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Valores Paulinos de Julio, Agosto y Septiembre

PACIENCIA

En relación con los acontecimientos, la paciencia es la capacidad para mantenernos firmes cuando algo tarda en concretarse más tiempo del que suponíamos, o bien, no resulta del modo que esperábamos, y entonces debemos aguardar o volver a intentar.

En relación con nuestros propósitos, la paciencia es fortaleza, aguante. Significa continuar adelante con nuestros objetivos en medio de realidades irritantes, contrarias y adversas.

En relación con nuestro espíritu, la paciencia es autocontrol. Es mantener la calma, no explotar frente a hechos o situaciones estresantes. El paciente no pierde la paz interior, reorienta sus fuerzas hacia el bien. Sabe salir «de la nube negra», no genera tempestades. Al contrario, busca bien dónde otros solo ven mal.

Santa Teresa decía que la paciencia todo lo alcanza.

Y San Pablo vincula la paciencia al amor: el amor es paciente.

 

DISCERNIMIENTO

El discernimiento es la capacidad para descubrir la bondad, verdad y belleza en cada situación que nos encontremos, o en cada acto que realicemos u observemos, y así, diferenciarlas del mal, de la mentira y del horror. Ahora bien, no es nada sencillo discernir, pues en general nuestras miradas a la realidad están teñidas de prejuicios, errores o intereses que dificultan ver con objetividad. Por eso, el discernimiento exige de nosotros humildad y oración.

San Pablo, nos invita a discernir toda realidad humana: la familia y la Iglesia, la ciudad con sus instituciones, nuestros barrios, lugares de trabajo y quehaceres. Todo. En este mes de la patria, bien vale la pena escuchar sus palabras en la Carta a los Filipenses, a fin de ejercitarnos en el discernimiento y, de este modo, contribuir a un mejor país: «Por lo demás, hermanos, todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta» (Flp 4,8).


Valor Paulino de Noviembre y Diciembre

La fidelidad es dar cumplimento a la palabra empeñada. En otras palabras, es hacer aquello que prometimos.

Exige de nosotros el esfuerzo constante por mantenernos en el propósito de alcanzar los objetivos que nos propusimos, y no de cualquier manera, sino en coherencia con los valores y principios que profesamos.

La persona fiel no es aquella que jamás fracasa, que nunca es derrotada o la que en ningún momento cae. A contrario, el verdadero fiel mantiene siempre la vista en la meta que juró alcanzar, aprende del fracaso y las derrotadas, y cuando cae se levanta. El fiel no es aquel que llega al final del camino, sino el que persevera hasta llegar.

San Pablo nos da varios y enriquecedores ejemplo de fidelidad: al Señor, al Evangelio, a la Comunidades cristianas que fundó. Por eso encontramos en él una de las reflexiones más significativas y contundentes de la antigüedad sobre este tema: «Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida», (2 Timoteo 4, 6-8).

Según la tradición cristiana, no mucho después de haber escrito esas palabras, los soldados romanos llevaron a Pablo a un lugar de ejecución donde sería decapitado por causa de Cristo. De esta manera nos dio testimonio de lo que significa ser fiel.

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